De modo que podemos encontrar el mismo tipo de recuerdos en casi cualquier parte del planeta. Tanto es así que en Benidorm podamos comprar souvenirs de las Torres Gemelas de Nueva York (verídico), que en Barcelona se venda como algo típico el clásico sombrero mejicano, o que en la madrileña estación de esquí de Navacerrada nos ofrezcan cerámica (presuntamente) de Talavera. ¿Consecuencias de la globalización que obliga a dar salida como sea a ingentes stocks de souvenirs ya fabricados?
Los souvenirs han dejado ya de ser una creación de los nativos que, inspirados en su cultura, se venden a los turistas que los adquieren como recreación material de la cultura local y constatación de su estancia en un lugar. Por ello mismo, el souvenir dice ahora más sobre el turista que sobre la cultura del lugar a la que supuestamente representa. Incluso llegamos al extremo absurdo de que ya no hace falta viajar, pudiendo adquirir el souvenir por Internet, cómodamente desde casa. ¿Sabe el lector cuántas páginas web hay dedicadas a la venta online de recuerdos de Lourdes? Busque, busque en Google…