Un abismo llama a otro
El abismo de mi espíritu llama con su clamor al abismo de Dios:
Dime ¿cuál es el más profundo?
(I, 68)[18]
Y sobre ese abismo, Derrida apunta la verdadera voluntad de conocer que nos deja la teología negativa: “En el momento más apofático, cuando se dice: ‘Dios no es’, ‘dios no es esto ni aquello, ni esto, ni su contrario’ o ‘El ser no es’, etc., aun entonces, se trata todavía de decir el ente tal y como es, en su verdad, aunque sea meta-metafísica, meta-ontológica”[19]. La negatividad critica el decir algo del ser, niega ese algo por ser inadecuado, pero esto continúa incluso en su negación. Por lo tanto, ningún enunciado es apto para el conocer, la verdad estaría más allá del lenguaje y la teología negativa no sería más que un enfoque metódico, un camino para llegar a la verdad: “La teología negativa pertenece, sin cumplirla, al espacio de la promesa filosófica u onto-teológica de la que parece renegar, de la trascendencia referencial del lenguaje, decir a Dios tal y como es, más allá de sus imágenes, más allá de ese ídolo que todavía puede ser el ser, más allá de lo que se dice, se ve o se conoce de él; responder al verdadero nombre de Dios, al nombre al cual Dios responde y corresponde más allá del nombre que le conocemos que escuchamos. Con este fin, el procedimiento negativo rehúsa, niega, rechaza todas las atribuciones